AGENDA ABIERTA
Septiembre es el Mes Nacional de la Prevención del Suicidio. Un tema que muchas veces evitamos por miedo, por desconocimiento o por el estigma que aún pesa sobre la salud mental. Sin embargo, hablar del suicidio no promueve la idea: al contrario, salva vidas. Nombrar lo que duele es el primer paso para aliviarlo.
En la consulta psicológica, el tema del suicidio no es ajeno. A veces llega disfrazado de desesperanza, de un “ya no sé qué hacer”, de un “siento que estorbo”. En los niños se presenta a veces como juegos peligrosos, frases de querer desaparecer o una tristeza persistente. En adolescentes, lo vemos como impulsividad, aislamiento, autolesiones, y en adultos como un cansancio emocional profundo, el sentido de estar en deuda con todo y con todos, y la idea de que no hay salida.
Factores de riesgo que no debemos ignorar
La ideación suicida rara vez es espontánea. Suele estar relacionada con:
Trastornos de salud mental no tratados (depresión, ansiedad, bipolaridad).
Aislamiento social o familiar.
Eventos traumáticos o pérdidas recientes.
Acoso escolar, discriminación o rechazo.
Acceso a medios letales.
Falta de un sistema de apoyo seguro.
En Puerto Rico, enfrentamos además retos como la pobreza, la migración forzada, el colapso de estructuras comunitarias y el acceso limitado a servicios de salud mental. Todo esto crea un terreno fértil para el sufrimiento emocional silente.
¿Qué señales debemos atender?
Las siguientes señales pueden indicar riesgo, y es importante tomarlas en serio:
Comentarios o frases como “quisiera dormirme y no despertar”, “mi familia estaría mejor sin mí”.
Cambios marcados en el estado de ánimo o el comportamiento.
Despedidas inusuales, regalos de objetos significativos, cierre de cuentas.
Aumento en el consumo de alcohol o sustancias.
Abandono de proyectos, relaciones o rutinas.
Autolesiones visibles o encubiertas.
No es nuestra tarea como cuidadores, docentes o amistades diagnosticar, pero sí escuchar, observar y actuar con responsabilidad.
¿Qué podemos hacer?
Hablar abiertamente. Preguntar directamente: ¿has pensado en hacerte daño? No tener miedo a nombrarlo. Escuchar sin juicio. Validar el dolor sin minimizarlo. Y lo más importante: buscar ayuda profesional inmediata.
El acompañamiento psicológico puede brindar a la persona una red de contención, estrategias de afrontamiento, intervención en crisis y un espacio seguro para reorganizar su historia emocional. Cuando alguien dice que quiere morir, muchas veces lo que realmente está diciendo es que no sabe cómo seguir viviendo con lo que carga.
La prevención es una responsabilidad compartida
Como psicóloga, creo firmemente que todos somos parte de la prevención. Desde el hogar, la escuela, las iglesias, los espacios de trabajo. Necesitamos crear culturas que abracen el malestar, que dejen espacio para hablar del dolor sin vergüenza, y que sepan a dónde acudir cuando hay señales de alarma.
¿Conoces a alguien que necesita ayuda?
Este es el momento de tender la mano. De hablar, de acompañar, de escuchar y de accionar. En mi práctica clínica ofrezco espacios seguros para niños, adolescentes y adultos en riesgo, trabajando desde la intervención, el seguimiento y la prevención con ética, respeto y evidencia clínica.
No estás solo. No estás sola. Pedir ayuda no es debilidad: es un acto de valentía.
Con firmeza y compasión,
Lcda. Myrna Ortiz-Rodríguez, Psicóloga, MPSY
psicóloga.ortizrodriguez.gmail.com
San Juan, Puerto Rico